Es un martirio estudiar hasta una
universidad en otra ciudad, y, aunque claro tiene sus ventajas, el viajar por más
de media hora no es precisamente una de ellas.
Entre las cosas más detestables
está el hecho de compartir tu asiento, especialmente si a tu lado va un ebrio,
una mujer con un niño pequeño, o uno de esos tipos que duermen como troncos y
te utilizan como almohada.
Si, muchas cosas son molestas,
pero tengo esperanza de que alguna vez la desgracia pueda convertirse en una
fortuna y quizás encontrar a alguien interesante.
Nuevo día, nuevo cúmulo de
oportunidades, esperaría que fuera un buen día, pero tal vez sea mucho pedir.
Actitud, si es cierto que todo
está en la actitud hoy deberá ser mejor que ayer.
Pago al subir saludando
amablemente al conductor quien en lugar de devolver el gesto me mira con mueca
de amargado. El camión está casi lleno, pero por suerte encuentro hasta la
parte posterior un asiento vacío y decido sentarme ahí.
Enciendo mi reproductor con mis
auriculares para no molestar al resto de pasajeros –ojalá que todos fuesen así-
y pongo a reproducir Dulce soledad de Enjambre.
“A todos veo y nadie me ve… pero
en cambio a ti te tengo mi fiel enamorada… solo contigo me entretengo, me
vigilas a mis espaldas”
De pronto noto como todos se mueven
a sí mismos y a sus bolsos impidiendo tomar el asiento, levanto la vista y me
encuentro con que un travesti acaba de subir y todos –como buenos homofóbicos-
se encierran para no sentarse a su lado.
Con gusto accedería a dejarle
sentar, pero siempre he tenido la mala suerte de que al encontrar a alguno “de
los suyos” termino siendo acosado de maneras grotescas.
Y no es que no sea gay, lo soy
pero eso no significa que este tan urgido como para dejar que cualquier
pervertido en el autobús me comience a tocar.
Pero en fin, también es una
persona y no puedo juzgarle, así que hago un espacio y gustoso se sienta.
Al menos parece un tipo más
pudoroso y decente.
Primero intento no prestarle
atención, pero tras un rato noto que la fragancia que emana de él –porque me es
imposible llamarle “ella” aun si es lo que pretende- es bastante agradable y mi
vista me traiciona colocándose encima de él y percibiendo que está delineando
sus ojos, apartaría la mirada pero sus orbes azules son como imanes.
Sus largas y rizadas pestañas no
parecen postizas, a diferencia del cabello cuyas extensiones rubias casi logran
disimular. Su piel es de un tono claro, al parecer no usa demasiado maquillaje,
excepto en los ojos cuyo color cobalto contrasta con el negro del delineado.
Viste sencillamente, con un top rojo
de un solo hombro con una flor, casi cubierto con una chamarra negra de
imitación cuero, jeans oscuros y botas de unas altísimas plataformas que hacen
juego con el top y con las largas uñas de carmín brillante.
No pasa ni un minuto- o eso
quiero creer- pero ha sentido mi mirada en ella y voltea sonriendo, avergonzado
devuelvo una sonrisa tímida y aparto la vista.
Escucho un molesto sonido al
parecer proviene de su móvil ya que desesperado comienza a buscar en su bolso
de mano, al no encontrar comienza la búsqueda en su bolso más grande
golpeándome con su puntiagudo tacón.
- Disculpe.
- No hay problema - contesto
frotando mi adolorida tibia.
Pasan unos instantes más hasta
encontrar a aquel aparato que emite el infernal sonido, todo iba bien pero al
parecer la persona del otro lado de la línea le ha sacado de sus casillas
obligándole a gritar.
Su voz es tan masculina, pero el
intento de seguirla fingiendo crea un horrible contraste que aturde mis
tímpanos, sin darle más vueltas subo el volumen de mi reproductor hasta que es
casi imposible notarle.
Ahora la canción es Rompecabezas
de los concorde, pero no puedo concentrarme en la letra porque en mi mente
sigue la necesidad de mirar que sucede con mi acompañante.
Volteo disimuladamente y le
analizo rápido.
Sus muecas me parecen graciosas,
creo que sigue gritando, hace gestos y rueda los ojos, se muerde el labio
inferior llevándose con sus dientes parte del labial rouge. Su rostro cambia a
más angustiado y luego sus ojos comienzan a aguarse hasta que…
¿Está llorando?
Oh Dios, lo está haciendo, lo
mejor que puedo hacer es simplemente ignorar.
Cuelga el teléfono mientras sus
lágrimas continúan cayendo, manchando sus mejillas de negro en un rio que
desemboca hasta sus labios.
Maldición no puedo dejarle así,
me quito los audífonos y le miro empático.
- Disculpa que me entrometa… -
comienzo a hablar intentando parecer lo más casual posible- ¿está todo bien?
Lastimosamente esboza una sonrisa
limpiando sus ojos con el maquillaje corrido
- Lo está, disculpe… creo que fue
mucho drama.
- Bueno, eso no lo sé.
- Es solo mi novio… así que está
bien.
Asiento y volteo nuevamente,
hasta volver a sentir palpitar el golpe, al parecer dejará un hematoma, lo
froto una vez más.
- ¿Le he golpeado muy fuerte?
Pregunta más tranquilo
- En absoluto, no se preocupe
- Mire lo que causa mi torpeza.
- No, en serio… no es nada.
Le presto mi pañuelo señalando
sus mejillas, él avergonzado lo toma y se limpia, aún tiene un tono rojizo en
su nariz, pero no hay otros indicios de que haya llorado.
- Una mujer se ve más linda
cuando sonríe- opinó haciendo que se sonroje y que el señor que va delante de
nosotros se voltee estupefacto.
- G-gracias- tartamudea retraído-
ojala mi novio pensara lo mismo.
- Pues creo que ha sido demasiado
tonto, digo usted es muy bonita.
Sus mejillas se tornan rojas y
aparta la vista. Me siento tonto por haber dicho algo que no debiera, pero
continúa la conversación.
- ¿De verdad lo cree?
- Por supuesto.
- Mire que es lo único lindo que
me ha pasado en el día.
- Por desgracia el mío no va
tampoco muy bien, pero encontrarle ha sido algo afortunado- admito e inconscientemente me comienzo a
acercar más y más hasta rozar nuestros labios.
Al principio queda estático, pero
cuando mi lengua busca su cavidad abre la boca permitiéndole su entrada,
recorro cada rincón sujetando su mejilla y él posa sus manos delicadamente en
mi cuello, profundizando el ósculo.
Pasan unos minutos y antes de que
continúe él me aparta y se levanta del asiento.
- Lo lamento, bajo en la
siguiente parada.
- E-espere yo no…
Pero sin prestar atención a lo
que tengo que decir toma sus bolsos y baja a toda velocidad, impidiéndome
siquiera pensar en seguirle.
Han pasado días desde aquel
extraño encuentro, desde entonces no he hecho otra cosa que pensarle, su voz,
su aroma, el sabor de su saliva… pero el autobús parece igual de vacío que
antes.
- Disculpe puedo sentarme-
pregunta una dulce voz que me obliga a apartar mi bolso para ceder el asiento y
voltear a mirar a la persona con quien compartiré el viaje.
- Claro, siente…- más la hermosa
mirada azul me atrae, impidiéndome continuar
Bueno, creo que después de todo
no sería la última vez…